Son innumerables las bacterias que conviven en nuestra boca, incluidos los dientes, las encías, las mejillas, la lengua y la parte posterior de la garganta. Los investigadores han detectado más de 700 cepas diferentes, aunque afirman que la mayoría son inofensivas e incluso algunas beneficiosas ya que impiden que entren determinados patógenos o ayudan a regular la tensión arterial. El caso es que a pesar de su pequeñísimo tamaño, tienen una grandísima importancia pues de ellas depende que tengamos una boca sana o que suframos afecciones.
Esta flora bacteriana se empieza a formar cuando nacemos dado que el ambiente húmedo y cálido de nuestra boca es un hogar ideal, a lo que se suma la presencia frecuente de carbohidratos y dulces que les proporciona alimento. Sin embargo, algunos estudios también han apuntado a la transmisión genética de algunas como una investigación de la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos) que asegura que son como una huella digital que permite, por ejemplo, identificar el origen étnico de la persona.
En cualquier caso, esta “población” no es estable sino condicionada por nuestra actividad diaria. Comer, morderse las uñas e incluso besarse puede modificarla. Algunas bacterias mueren directamente en la boca, desintegradas por las enzimas salivales, mientras que otras lo hacen cuando pasan al estómago por la acción de las enzimas estomacales. El problema son aquellas que sobreviven y forman depósitos de placa en los dientes que conducen a caries o las que se adhieren firmemente a las encías provocando inflamación y pérdida de hueso. Otras generan mal aliento y colesterol pero también problemas más graves como infecciones respiratorias, problemas cardiacos o disfunción eréctil e incluso pueden aumentar el riesgo de cáncer de páncreas y colorrectal.
Mantener una correcta higiene bucodental (con un correcto cepillado y uso del hilo dental) es una de las claves para minimizar sus efectos y evitar todos estos trastornos. La otra es visitar frecuente al dentista para identificar factores de riesgo y enfermedades incipientes que pueden detenerse antes del daño definitivo.
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