Recobrar la vista es posible, en muchos casos, gracias a los dientes. La ceguera de córnea se trata habitualmente con un trasplante o con la colocación de una queratoprótesis o córnea artificial que, en algunas ocasiones, es rechazada por el organismo. Sin embargo, si esta ha sido elaborada con el fragmento de un corte transversal de un diente que contiene dentina, cemento dentario, ligamento periodontal y hueso alveolar del propio organismo el paciente puede recuperar la visión.
La técnica, denominada osteo-odonto-queratoprótesis, fue descrita en la década de 1960 por el doctor italiano Giancarlo Falcinelli y perfeccionada y ejecutada por primera vez en 1964 por el doctor Benedetto Strampelli, siendo en la actualidad un procedimiento generalmente aceptado con un alto índice de éxito para los pacientes con ceguera de córnea que tengan su retina y nervio óptico en buen estado y un par de dientes disponibles para extraer.
La cirugía, que se desarrolla en dos fases separadas por un intervalo de entre 2 y 4 meses, comienza con el corte de un fragmento transversal de la encía que se coloca bajo la piel o mucosa en la mejilla para su integración y vascularización. Posteriormente se extrae y se talla una delgada lámina ósea de un milímetro de espesor del maxilar superior, en cuyo centro se fija un cilindro óptico transparente de polimetilmetacrilato por el que pasará la luz cuando se implante en el ojo.
La pieza o lámina hecha con el diente se fija agujereando centralmente la córnea y recubriéndola luego con mucosa bucal para asegurar su cicatrización. El cilindro penetra unos milímetros en el interior del ojo sobresaliendo un poco para hacer las funciones de la córnea y del cristalino, la lente natural del ojo que se extirpa durante el implante.
Esta prótesis dental está hecha con el mismo tejido del paciente por lo que es biocompatible, por lo que se integra favorablemente en el globo ocular, dándole gran firmeza y durabilidad. Por ello se trata de un procedimiento que puede proporcionar mejores resultados anatómicos y funcionales a largo plazo que otras cirugías de injerto, principalmente por sus propiedades biológicas al ser un autoinjerto heterotópico de tejido humano que contiene células ectomesenquimales viables altamente diferenciables tomadas del ligamento periodontal que están incluidas en el corte trasplantado, lo que permite una biointegración tisular.