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EL BLOG DE LA CLÍNICA

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Foto del escritorDoctora Rodríguez Muñoz

Tu dentadura y tu lengua, únicas como tu huella digital



dientes huella digital

En la época colonial, los deudores que eran enviados de Europa a América para trabajar como sirvientes no firmaban un contrato sino que sellaban el acuerdo con una impresión dental en cera. Y es que, al igual que las huellas dactilares o el iris de los ojos, la impresión dental y la huella de la lengua pueden identificar a un ser humano con la misma exactitud, ya que son únicas en cada persona y nadie puede tener otros iguales.


Las piezas dentales son una “marca genética” que se construye desde que nacemos. Aunque la mayoría de las personas lo hacemos con el mismo número de dientes, todos tenemos un patrón dental único (forma y tamaño) que permite averiguar la edad, el sexo e incluso las características raciales del individuo, además de contener en su interior células que sirven de muestra para realizar pruebas de ADN. La ciencia puede, a través de la descodificación dental, conocer la vida completa de una persona y definir cómo era, su personalidad, sus enfermedades, sus hábitos alimenticios e incluso su forma de entender y afrontar la vida.


Hay que tener en cuenta que los dientes son las estructuras más duras y resistentes del cuerpo —capaces de soportar temperaturas superiores a los 1.000 grados antes de destruirse— por lo que, una vez formados, salvo por desgaste, rotura o caries, son de las pocas zonas que mantienen inalterables. Esto se debe a que la materia de la que están hechas las piezas dentales tiene su origen en el útero materno, se forma a partir el tejido embrionario del que proceden nuestras neuronas. Por ello en los trabajos de investigación arqueológica e histórica se utilizan los restos óseos de los dientes para identificar datos fenotípicos como sexo, edad, estatura, origen o estilo de vida, lo que aporta un fiel retrato del individuo y la población a la que pertenecía. Son un prueba clave para definir cómo somos o como éramos.


En ese análisis de los restos, los forenses tienen en cuenta aspectos como el estado de la boca: la forma y el grosor de la mandíbula (fundamental para averiguar, por ejemplo, el sexo), el tamaño y la forma del diente (para determinar la edad), el desgaste de las piezas (por la edad u otros motivos como el bruxismo), el color de estas (amarillentas en fumadores) e incluso si padecía alguna enfermedad como anorexia —que afecta sustancialmente a la salud bucodental—. También los tratamientos dentales que se realizó el individuo aportan información sobre, por ejemplo, su estatus socioeconómico, ya que estadísticamente las personas con mayor poder adquisitivo tienden a visitar con más frecuencia al odontólogo y a invertir en tratamientos de estética dental. Asimismo, estos tratamientos se conviertan en una herramienta fundamental para la identificación pues permiten cotejar los resultados de las pruebas forenses con el historial guardado por la clínica dental del paciente (endodoncias, ortodoncias, implantes, etc).


Por su parte, la lengua —el músculo más fuerte y más flexible del cuerpo— también es única e identificable en cada persona ya que posee una infinidad de bultos. Estos contienen cerca de 10.000 papilas gustativas llenas de cabellos microscópicos denominados microvilli o microvellosidades cuya función es sentir si una comida está dulce, amarga o agria y enviarle dicha información al cerebro. Estas bultos, junto con los bordes de la lengua, grosor, tamaño, longitud y color convierten la lengua en otro elemento de validación de la identidad individual.


En resumen, todo lo que hay en nuestra boca es más especial de lo que pensamos pero también muy vulnerable si no cuidamos de ello con esmero y confiando en los profesionales. Conservarla en buen estado es preservar nuestra identidad.

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